La lápida encargada por Cela

Este martes, 17 de enero, se cumplieron quince años del fallecimiento de Camilo José Cela. Sus restos descansan en el cementerio de Adina, en Iria Flavia, la parroquia que lo vio nacer y donde el Nobel pidió expresamente que fuese enterrado.  “Declaro públicamente  mi  mejor deseo de fundirme con la tierra en el camposanto que rodea la antigua colegiata en la que fui bautizado”, escribió Cela en un artículo titulado Instrucciones para el día final, publicado en Diario 16 en octubre de 1989. 

A pesar del tiempo que llevaba viviendo fuera de Galicia, el deseo de Cela siempre fue descansar en su tierra y hacerlo en el mismo camposanto que Rosalía de Castro, por lo menos desde 1885 hasta 1991, cuando su cuerpo fue trasladado al Panteón de Gallegos Ilustres de Compostela. Sus últimas voluntades eran claras: debían enterrarlo muy próximo a las tumbas de sus familiares bajo un olivo centenario, lugar que él mismo eligió seis años antes de su muerte en enero del 2002, y su cuerpo no debía ser trasladado en un futuro como había pasado con el de la poetisa. Hasta la lápida que el visitante puede contemplar en el cementerio de Adina fue encargada por el propio escritor años antes de su muerte. Una lápida de piedra, sencilla, con su nombre y su título de Marqués de Iria Flavia y a la que solo le faltaba la fecha de fallecimiento. De ella dejó hasta escrito sus cuidados, pidiendo que no se limpiase para evidenciar, así, el paso del tiempo. 

Esta es una de las muchas anécdotas que salpican la biografía de Cela y que pueden descubrirse visitando hasta el 19 de febrero la exposición con la que se celebra su centenario: Camilo José Cela 1916-2016. El centenario de un Nobel. Un libro y toda la soledad. Y, por supuesto, acercándose a la Fundación Camilo José Cela de Iria Flavia, donde Cela dejó todo su legado.

Exposiciones & Intervenciones
Santiago de Compostela, 19 de Enero de 2017